"LA PACIENCIA DE LOS SANTOS".

 Paciencia es la virtud que se opone al terrible defecto de la ira. Defecto que debe ser controlado, pues, recordemos lo que dice la Palabra de Dios: "Airaos, pero no pequéis; no se ponga el Sol sobre vuestro enojo, ni deis lugar al diablo" (Efes. 4: 26, 27). Y esto es muy importante decirlo porque ser cristiano no es un estilo de vida de sumisión, sino de rebeldía a los poderes del mal para instalar el reino de Dios y su justicia. Allí está la consideración de Jesús sobre Juan el Bautista que valientemente denunciaba los pecados e invitaba al arrepentimiento: "Desde los días de Juan el Bautista hasta ahora, el reino de los cielos sufre violencia, y los violentos lo arrebatan" (S. Mateo 11: 12). Acerca del Derecho que tienen los pueblos de declarar la guerra creemos que no nos corresponde como hijos e hijas de Dios. Si nuestro Señor Jesucristo es nuestro Príncipe de Paz reconozcamos que "La guerra es un crimen contra la humanidad". Si Jesús es el Cordero de Dios que quita el pecado del mundo, ninguna campaña evangelística demostraría el amor del Padre celestial si apoyamos la guerra en cualquier nivel y nunca podría llegar a los corazones de los pecadores las buenas nuevas de salvación: "Porque de tal manera amó Dios al mundo, que ha dado a su Hijo unigénito, para que todo aquel que en él cree, no se pierda, mas tenga vida eterna" (S. Juan 3: 16).

Recordemos lo felices que somos al enseñar y practicar la paz social exigida como deber en el 132 Constitucional. Pero es de nuestro Señor Jesucristo aquellas palabras que como sonido de música celeste siempre debe sonar: "Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados hijos de Dios" (S. Mateo 5: 9).

Es verdad, la Santa Biblia habla de la "paciencia de los santos".  A no empoderarnos social y políticamente del reino por la fuerza de las bombas,  los fusiles y cañones sino siguiendo el ejemplo de Jesús de la reconciliación. Leamos: "Aquí está la paciencia de los santos, los que guardan los mandamientos de Dios y la fe de Jesús" (Apocalipsis 14: 12). La Ley de Dios son diez normas y ellas están allí inviolables, imposibles de ser cambiadas en el Libro del Éxodo (20: 1-17). Señalando lo que es pecado ante el Padre Dios. Y no hay traducciones de las Sagradas Escrituras que hayan podido borrar un sólo mandamiento. Todas las traducciones dicen lo mismo. Sobretodo el cuarto mandamiento que establece el séptimo día como reposo o sábado. Este mandamiento es clave para que el cristiano pueda creer en un Dios Todopoderoso. ¡Claro! Cuando el Señor creó la vida y formó los cielos, las estrellas y todo el conjunto que rodea nuestro planeta Tierra, 
determinó matemáticamente el tiempo que tarda la Tierra en girar alrededor del Sol y el tiempo exacto de un día y una noche del giro de la Tierra sobre su propio eje. Días de 24 horas (día y noche). Años de 365 días y dividido en 12 meses. Y cada mes en 4 semanas. Y cada semana en 7 días. ¡Que perfecto es Dios! Leamos el 4to. Mandamiento para regocijarnos en él: "Acuérdate del día del sábado para santificarlo. Seis días trabajarás, y harás toda tu obra; mas el séptimo día es sábado para el Señor tu Dios, no hagas en él obra alguna, tú, ni tu hijo, ni tu hija, ni tu siervo, ni tu criada, ni tu bestia, ni tu extranjero que está dentro de tus puertas. Porque en seis días hizo el Señor tu Dios los cielos y la tierra, el mar, y todas las cosas que en ellos hay, y reposó en el séptimo día, por tanto, el Señor tu Dios bendijo el día del sábado y lo santificó" (Éxodo 20: 8-11).
La fe de Jesús o testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía. Así lo anuncia Apocalipsis 19: 10 que dice: "Yo me postré a sus pies para adorarlo. Y él me dijo: Mira, no lo hagas; yo soy consiervo tuyo, y de tus hermanos que retienen el testimonio de Jesús. Adora a Dios; porque el testimonio de Jesús es el espíritu de la profecía".

Es al profeta Daniel a quien se le da la siguiente profecía: "Hablará palabras contra el Altísimo, a los santos del Altísimo quebrantará y pensará en cambiar los tiempos y la ley; y serán entregados en sus manos hasta tiempo, tiempos y medio tiempo" (Dan. 7: 25).

Daniel 7 habla del surgimiento de cuatro grandes imperios: Babilonia, Medo Persia, Grecia y Roma, siendo este el cuarto y último imperio terrenal. Luego del Imperio Romano surge un cuerno pequeño (Dan. 7: 8). Todavía es parte del Imperio Romano solo que en una fase posterior. ¿Qué otra cosa podría ser este poder sino el papado, que surgió directamente de Roma y hasta el día de hoy todavía es parte de él? Thomas Hobbes escribió en el siglo XVII: "Si un hombre analiza el original de este gran dominio eclesiástico, fácilmente percibirá que el papado no es más que el fantasma del difunto Imperio Romano que, coronado, se sienta sobre su tumba".-T.Hobbes, Leviathan. p.463.

El lenguaje original, el arameo, muestra en el versículo 25 que el poder del cuerno pequeño "pretendía" cambiar la Ley. ¿Qué poder terrenal, de hecho, puede realmente cambiar la Ley de Dios? Aunque los detalles exactos no son claros en la historia, sabemos que, bajo la Roma papal, el sábado fue reemplazado por la tradición de la observancia del domingo, una tradición tan firmemente arraigada que la Reforma Protestante la mantuvo viva incluso hasta el siglo XXI. En la actualidad, la mayoría de los protestantes todavía guardan el primer día de la semana en vez de seguir el mandato bíblico del séptimo día.

¿Qué prueba tenemos de esa supuesta autoridad para cambiar la Ley de Dios?
"Durante siglos todas las naciones cristianas miraban a la Iglesia Católica, y, como hemos visto, los diversos Estados impusieron por ley los reglamentos de ella respecto al culto y a la cesación del trabajo en el domingo. El protestantismo, al descartar la autoridad de la iglesia, deja sin buena razón su teoría sobre el domingo, y debe lógicamente guardar el sábado como día de reposo. El Estado, al aprobar leyes que dispongan la debida santificación del domingo, reconoce inconscientemente la autoridad de la Iglesia Católica, y cumple más o menos fielmente sus prescripciones. El domingo, como día semanal apartado para el culto público obligatorio del Dios Todopoderoso, para ser santificado por la suspensión de los trabajos serviles, los negocios, y las diversiones mundanas, y para el ejercicio de  la devoción, es puramente una creación de la Iglesia Católica" (La Revista Trimestral Católica Americana, enero, 1883, págs. 152, 139).

"Si los protestantes siguieran la Biblia, adorarían a Dios en el día sábado. Al guardar el domingo siguen una ley de la Iglesia Católica" (Alberto Smith, Canciller de la Arquidiócesis de Baltimore, en respuesta al Cardenal en una carta del 10 de febrero, 1920. Véase también la cita de Monseñor Segur en la pág. 453). 


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