"EL HOMBRE NUEVO"


"Ernesto Che Guevara no fue el primero que habló del hombre nuevo. A través de la historia muchos han sido los pensadores que desde la posición del humanismo han tratado la problemática del mejoramiento humano. Sin embargo es el Che el primero, que en la segunda mitad del siglo XX, y desde una perspectiva marxista, conceptualiza el problema del hombre nuevo enfatizando en la práctica lo correspondiente a su formación".

 La gran tarea de toda revolución social y educativa es la búsqueda de la fraternidad, la igualdad, la libertad y la democracia. Donde el pueblo pueda participar y protagonizar los cambios. Ejercer plenamente su poder como mayoría. Este tipo de educación es la que planteaba el Che Guevara y plantó semillas que  germinaron en cambios sociales en  América y el mundo. El Hombre Nuevo debe ser el gran ideal de un Evangelio que cambia vidas. Por ello tomamos las propuestas de la Nueva Teología de la Liberación, pero que primero se genere un cambio en nuestra conducta íntima.

En relación profunda de ese cambio íntimo hoy tenemos una gran recompensa, saber por fin cómo es que nace la "nueva criatura" en Cristo Jesús, el famoso Hombre Nuevo y su gran misión. Leamos el planteamiento: "De modo que si alguno está en Cristo, nueva criatura es: las cosas viejas pasaron; he aquí todas son hechas nuevas. Y todo esto proviene de Dios, quien nos reconcilió consigo mismo por Cristo, y nos dio el ministerio de la reconciliación; que Dios estaba en Cristo reconciliando consigo al mundo, no tomándoles en cuenta a los hombres [y mujeres] sus pecados, y nos encargó a nosotros la palabra de la reconciliación. Así que, somos embajadores en nombre de Cristo, como si Dios rogase por medio de nosotros; os rogamos en nombre de Cristo: Reconciliaos con Dios...He aquí ahora el tiempo aceptable; he aquí el día de salvación"  (2 Corintios 5: 17-21; 6: 2).

La cruz de Cristo es la fórmula íntima para hacer morir al viejo hombre o mujer que se deciden ser transformados en nuevas criaturas según Cristo Jesús. Todo consiste en querer ser discípulos de Cristo, y si no quiere ser disciplinado en tomar la cruz, no puede ser transformado en un Hombre Nuevo, una Mujer Nueva. ¿Qué te parece? ¿Quieres ser discípulo de Cristo? "Entonces Jesús dijo a sus discípulos: --Si alguien quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame" (S. Mateo 16: 24).

"Negarse a sí mismos" es dejar de satisfacerse individualmente cuando existe tanta gente sufriendo hambre, salarios que no alcanzan ya para mantener a una familia, enfermedades de todo tipo: por malnutrición, por falta de higiene personal, y "negarse a sí mismos" es decidirse a entrar en un plan colectivo de socio producción.

Estudiemos cada palabra de estos textos bíblicos: Colosenses 3: 5-13. Efesios 4: 22-24 y comprobemos la urgente necesidad de elaborar una lista bien detallada de defectos psicológicos (pecados)  y sus oponentes, las virtudes, herramienta precisa de transformación íntima.  Veamos, como ejemplo, lo que hace pocos años atrás se publicó al respecto: "No existe una lista definitiva de los pecados mortales. La primera, de hace 1.500 años, fue redactada por el papa Gregorio El Magno y recuperada más tarde por Dante como hilo argumental de la Divina Comedia (siglo XIV): lujuria, gula, avaricia, pereza, ira, envidia y soberbia"  (http://blogs.periodistadigital.com/21rs.php?cat=1065).

Cada una de las siete virtudes que forman parte de este estudio sirve para que el cristiano sepa cómo afrontar la tentación de cometer alguno de los siete pecados, puesto que se contraponen a ellos y, por ello, sirven como modo de obtener el carácter perfecto del Hombre Nuevo, la Mujer Nueva. A saber:

Castidad  contra el pecado de lujuria.
Templanza​ o temperancia  contra el pecado de gula.
Generosidad  contra el pecado de avaricia.
Diligencia contra el pecado de pereza.
Paciencia contra el pecado de ira.
Caridad  contra el pecado de envidia.
Humildad  contra el pecado de soberbia.

En la mayoría de los casos tomar nuestra cruz cada día como discípulos de Cristo no es para cualquier persona que se haya realizado en la vida. Mas, el Maestro de Galilea le dice a esos triunfadores: "Una cosa te falta; anda, vende todo lo que tienes, y dalo a los pobres, y tendrás tesoro en el cielo; y ven, sígueme, tomando tu cruz" (S. Marcos 10: 21). Tomar la cruz en aquella época no era un acto de honor y de recibir aplausos. A quien se le señalase que sería colgado en una cruz era por ser un vil delincuente. Cuando Jesús de Nazaret tomó su cruz fue escarnecido y torturado durante todo el camino al Gólgota. La sangre brotaba de su cabeza coronada con espinas. En el Calvario fue clavado al madero. Manos y pies horadados por terribles clavos, y la sangre se derramaba dejándolo poco a poco inconsciente hasta perderla totalmente y con ella su vida. Así murió Jesús. ¿Y por qué debo también tomar la cruz? ¿Qué delito he cometido? ¿Como el joven rico me hace falta algo más que no conozco todavía para ser verdadero discípulo de Cristo?

Quienes hemos llegado de alguna manera a comprender el discipulado cristiano no podemos siquiera imaginar lo que sufrió Jesús. Siendo Dios Todopoderoso no quiso evitar ningún sufrimiento y resistió en carne viva los latigazos, la corona de espinas y por último aquellos clavos terribles que perforaron sin misericordia sus manos y pies. Y cuando su sangre se derramaba y perdía fuerzas no utilizó su poder, aquel poder que dio nacimiento a la vida en nuestro planeta, que un sencillo soplo dio vida a Adán. O como se nos recuerda: "¿Acaso piensas que no puedo ahora orar a mi Padre, y que él no me daría más de doce legiones de ángeles?" (S. Mateo 26: 53).  Y  Nosotros ¿sin sufrir riegos personales ni escarnio ni tortura, hemos evitado, no queremos tomar la cruz para sacrificar cada defecto psicológico y ver nacer una a una las hermosas virtudes de la nueva criatura, del Hombre Nuevo, la Mujer Nueva? 

"Hay personas que han conocido el amor perdonador de Cristo y desean realmente ser hijos de Dios; pero reconocen que su carácter es imperfecto y su vida defectuosa; y propenden a dudar de si sus corazones han sido regenerados por el Espíritu Santo. A los tales quiero decirles que no cedan a la desesperación. A menudo tenemos que postrarnos y llorar a los pies de Jesús por causa de nuestras culpas y equivocaciones; pero no debemos desanimarnos. Aun si somos vencidos por el enemigo, no somos desechados ni abandonados por Dios. No; Cristo está a la diestra de Dios, e intercede por nosotros. Dice el discípulo amado: "Estas cosas os escribo, para que no pequéis. Y si alguno pecare, abogado tenemos para con el Padre, a saber, a Jesucristo el Justo" (1 Juan 2: 1). Fuente: E. White, El camino a Cristo, pág. 64.






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